La extradición de Julian Assange para ser juzgado en Suecia marca el inicio del fin de lo que podríamos llamar el "período romántico" del ciberactivismo. El sueño de una sociedad perfectamente transparente, libre de negociaciones diplomáticas secretas, donde la gente tenga todos los datos que pueden afectar su vida, no es alcanzable.
Desde el Affaire Dreyfuss, el daño que puede hacer la política secreta y engañosa fue expuesto de una vez y para siempre. Sin embargo, los intentos de poner fin a estas prácticas han fracasado una y otra vez.
Cuando los bolcheviques llegaron al poder en 1917, denunciaron los pactos secretos acordados entre los aliados del Zar que hallaron en los archivos. Esto expuso a la luz pública el Tratado Sykes-Picot, por el cual Gran Bretaña y Francia acordaban repartirse los despojos del Imperio Turco una vez finalizada la Gran Guerra. Fue evidente, entonces, que los británicos no cumplirían con las promesas hechas anteriormente tanto a los árabes como a los judíos. Planeaban, en cambio, manipular las aspiraciones de ambos pueblos; y así lo hicieron. Exponer la verdad no impidió a los funcionarios del Imperio Británico seguir adelante con sus planes. Peor aún, los propios bolcheviques recurrieron a pactos secretos cuando necesitaron obtener una mejor posición ante la entrega de Checoslovaquia en manos de Hitler. Así, el pacto Molotov-Ribbentrop preveía la división de Polonia en sus cláusulas secretas.
Cincuenta años más tarde la política de Gorbachov de Glasnot (transparencia) condujo a la sociedad soviética al colapso. Cuando la realidad es repugnante, la transparencia puede ser insoportable.
El otro aspecto de la transparencia experimentado por Assange fue la ambigua posición todavía detentada por los Medios de Comunicación tradicionales. El enorme volumen de aburridos informes de embajadas que obtuvo, reclamaba un trabajo de selección y contextualización antes de poder ser publicados. Esto, a su vez, lo llevó a entrar en conflicto con los diarios a los que se había asociado para esa tarea. Ninguna selección puede evitar la opacidad, puesto que cada Redacción tiene su propia agenda. La Paranoia es el otro nombre de la Transparencia.
La paradoja final de la detención de Assange es que -pese a toda su obsesión paranoide- fue engañado fácilmente por una posible agente de la CIA, para caer por una acusación de violación difícil de creer, en el curso de una relación sexual consensuada. Como dicen los franceses: cherchez la femme.