Como los acontecimientos en el lado oriental del Atlántico no muestran signos de recuperación de la crisis en el corto plazo, Obama recordó sus raíces hawaianas y redescubrió su vocación por el Pacífico.

De modo que convocó a algunos países costeros del gran océano a una conferencia en su isla natal y luego inició el acostumbrado viaje de "buena vecindad". 
Precedido -como también es costumbre- por un "profundo" artículo de su Secretaria de Estado, enunciando los fundamentos para una asociación regional de Libre Comercio. Como se acostumbra, fue recibido con diplomática cortesía. 

El problema es que un pacto de Libre Comercio con los EE.UU., no tiene mucho que ofrecer para las economías asiáticas más dinámicas que, de todos modos, ya se benefician de un superávit comercial; y lo tiene muy dudoso para las otras, como la experiencia mexicana en el NAFTA se los ha mostrado.

Por otra parte, las intenciones estratégicas de esta iniciativa se transparentaron con el anunciado incremento de tropas norteamericanas a ser estacionadas cuando se lo contrasta con algunas frases de la pieza de Clinton, como:
Así como Asia es crítica para el futuro de los EE.UU., unos EE.UU. comprometidos son vitales para el futuro de Asia. La región está deseosa de nuestro liderazgo y nuestros negocios.; tal vez más que nunca antes en los tiempos modernos.
Entonces, es de China de lo que estamos hablando ¿no? Estamos hablando de cómo contrarrestar la natural expansión de la influencia del gigante asiático (y acreedor de la deuda norteamericana) hacia su vecindad inmediata. 

El uso de la palabra "liderazgo" es la clave. Ella provocó una respuesta de incomodidad (apenas disimulada en este artículo de Asia Times) entre quienes se consideran lo suficientemente adultos como para ser "socios" de los EE.UU. paro que no buscan su "liderazgo". Ciertamente, sí lo hicieron tras la 2ª Guerra Mundial; pero el tiempo de MacArthur ya pasó, así como pasó el tiempo para esta clase de pactos multilaterales que fueron la norma durante la Era del Capitalismo Corporartivo, de cuyo fin la crisis actual es apenas un síntoma.

El primer signo de ese fin fue la fallida iniciativa para un Tratado de Libre Comercio para las Américas (ALCA) durante la Cumbre Presidencial en Mar del Plata en 2005. Ello marcó una derrota humillante para George W. Bush y el comienzo de crecientes acuerdos institucionales y financieros entre los países sudamericanos, con resultados más fructíferos para ellos.

El segundo signo es el berenjenal europeo, que anuncia el fin del Euro y el retorno a políticas nacionales independientes, más acordes con las propias necesidades. En el futuro aguardan acuerdos bilaterales o multi-laterales restringidos entre países de desarrollos semejantes.

El tercer signo será el fracaso de este sueño trans-Pacífico mal concebido. Esperemos que el sueño no se convierta en pesadilla si llega al poder otra pandilla conservadora y trata de repetir en el Sudeste Asiático el desastre que antes hicieron en el Medio Oriente.

Cuando me encargaron ilustrar una nota sobre los problemas que tienen a Obama casi exhausto, no pude menos que recordar una tapa de la revista Time que me golpeó hace años, allá por 1978:


Unos días después, cuando empecé a leer un largamente postergado libro de Harold Bloom, el mandarín de los críticos literarios norteamericanos (Presagios del Milenio, 1996), me sentí golpeado de nuevo por su profética visión de la posible reacción ante las consecuencias sociales de un período conservador prolongado. Cuando quise buscar citas de ese libro en la web me golpeó por tercera vez darme cuenta de que nadie parecía haber advertido los paralelos con el Presente.

Algunos pasajes del prólogo que me parecen relevantes:
1996-2004 podría seguir siendo el reino de Newt Gingrich y, de este modo, convertirse en un nuevo shock del futuro; una Coalición Cristiana (con algunos seguidores judíos del campo neoconservador) que podrían revocar gran parte de las libertades reconocidas por la Constitución a través de una serie de enmiendas y devolvernos a los Estados Unidos decimonónicos de los 'barones ladrones', los grandes plutócratas que se enriquecieron mediante la explotación indiscriminada de los recursos naturales y la corrupción.
Unos Estados Unidos que se rebelaran en las calles para mantener el estado de bienestar, con(tra) un Evangelio Virtual Gingrichiano impuesto por la fuerza y fundado sobre el monopolio de la información, bien podrían originar un gnosticismo a gran escala de los humillados y ofendidos, que se alzarían para afirmar y reclamar la semilla divina que hay en sí mismos.
Quienes no estén familiarizados con esa alusión al Gnosticismo, tengan en cuenta el festival de manifestaciones multiculturales que acompañaron a los ocupantes del Zucotti Park, desde cabalistas judíos, pasando por vegetarianos o practicantes de Yoga; las cuales, para Bloom, son formas livianas de gnosticismo heredadas por nuestra cultura, con períodos de aparición recurrentes.

Si a alguien le interesa, podría tratar de explicarlo en otro post, ya que es algo que me ocupó y sobre lo que ya he escrito antes, sin siquiera enterarme de los textos de Bloom al respecto.
Esta ilustración fue hecha hace unos meses para una nota que adelantaba una evaluación de la actuación del Sr. Bergoglio al frente del episcopado católico argentino. La conclusión de la nota era que su rigidez lo llevó a terminar derrotado en las batallas libradas contra las iniciativas gubernamentales para ampliar derechos civiles postergados, como el Matrimonio Universal.

Sin embargo, si la nota fuera escrita hoy, posiblemente sería otra la conclusión. Justo antes de dejar su cargo, el Sr. Bergoglio puede sonreir con satisfacción al ver que el intento de discutir una iniciativa para despenalizar el aborto queda congelada hasta el año próximo, mediante una triquiñuela parlamentaria (anular un despacho de comisión por mal recuento de los votos). Y -lo que es peor- con la vergonzante ausencia de la mayoría de los integrantes oficialistas de esa comisión; aparentemente por indicación de la propia Sra. Presidente.

Ya se sabía que Cristina Fernández tiene motivos de índole personal para oponerse a la despenalización del aborto, aún cuando es más que seguro que no ignora las gravísimas consecuencias que para la salud física de sus compatriotas más pobres tiene la imposibilidad de acceder a la protección del Estado ante situaciones límites (abuso marital, violación, inexperiencia). Su propio Jefe de Gabinete ha sido explícito al respecto.

Pero el problema puede ser más grave que una postura discutible de salud pública, La gravedad potencial del problema se hace patente cuando un funcionario de peso en el armado político del Frente para la Victoria, como el gobernador del Chaco, hace explícita su opción por la lealtad a sus creencias religiosas por encima de su juramento de lealtad a  la  Constitución y las Leyes por las que fue elegido al cargo.


Un proceso de transformación de las condiciones  económicas y sociales de un país no se juega solamente en el plano económico y político. La ecuación del dominio que las clases poseedoras de los resortes económicos ejercen sobre las clases subordinadas incluye un componente ideológico que permite imaginar (o bloquea) los límites de lo lo que en esa sociedad puede ser cambiado o, por el contrario, se considera inalterable. 

Y no puede decirse que los integrantes peronistas del Frente no tengan experiencia histórica sobre las consecuencias de subordinarse ideológicamente a la paternidad de la jerarquía católica (sin negar por ello las posturas y el trabajo valioso de muchos de los integrantes de esa grey, laicos o no). Después de alimentar por un tiempo la continuidad de los privilegios obtenidos por la Iglesia desde los años '30, el gobierno de Perón se encontró envuelto en un conflicto por la dirección ideológica del país que lo fue deslegitimando. Cuando el conflicto por fin estalló violentamente, el pueblo llano, que adhería políticamente al gobierno y reconocía los beneficios obtenidos, se vio desconcertado por una elección entre lealtades opuestas para la que no había sido preparado, acostumbrado como estaba a percibirlas como una unidad.

La sociedad de hoy no es la misma que la de entonces, ni entre la clase trabajadora urbana (no me atrevo a afirmar lo mismo de muchas zonas rurales) ni en sus capas medias, como el debate sobre el divorcio y el matrimonio universal lo demostraron. Pero difícilmente esa disposición pueda cristalizarse en una postura explícita si quienes deben ejercer el liderazgo y la docencia preparatorias, renuncian al debate y aceptan sin discutir los principios dogmáticos de una institución que -tarde o temprano- utilizará la plataforma que se le cede para lanzarse a ampliar el territorio bajo su control.

El Cardenal Bergoglio puede, pues, retirarse de sus funciones con el espíritu reconfortado: el huevo de la serpiente que deja en su nido se encuentra a salvo y preparándose para eclosionar cuando llegue el momento.