No, no a mí. A Oppenheimer, que se queja de la política exterior de Brasil.
Mientras elogia la política económica de Lula por ser atractiva para los inversores (lo que para él es sinónimo de disminuir la pobreza), le reprocha que no ha condenado tanto como él quisiera a regímenes "poco democráticos".
Viniendo de un periodista radicado en Miami, lo menos que uno esperaría es una comparación con el triste récord estadounidense en apoyar dictaduras abominables por conveniencia. Cualquier persona informada sabe que F.D. Roosevelt dijo -de Anastasio "Tacho" Somoza- que "Es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta". Por no hablar de Indonesia, Arabia Saudita, etc.
No es que a mí me guste la constante estrategia exterior pragmática de Brasil para ubicarse entre las grandes potencias. Pero, si yo fuera ciudadano estadounidense, me fijaría en la viga que tengo en mi ojo antes de criticar la paja en el ojo ajeno.
Este artículo se hace eco de la polémica desatada por una investigación del Conicet que registró malformaciones en embriones de anfibios en ambientes con Glifosato. Al auxilio de los partidarios del defoliante llega un argentino prestigioso, profesor emérito de Harvard, el Dr. Otto Solbrig. En una carta a La Nación, este partidario de la "Argentina, granero del Mundo" destaca que una experiencia de laboratorio "no replica las condiciones naturales" y que hasta la Aspirina es tóxica en altas concentraciones.

El problema con los científicos "duros" es que suelen ser incapaces de comprender las dinámicas sociales desatadas por el afán de lucro en ausencia de un estricto control público.
Si los precios en alza de la soja determinan un rendimiento extraordinario por cada quintal extra cosechado, crecen los incentivos para el uso desmedido de agrotóxicos. De ahí la importancia de una política impositiva o de retenciones que establezca una ratio de rendimiento equilibrada entre los diferentes cultivos y -sobre todo- de incentivos a las agroindustrias con valor agregado y retención de la mano de obra en las zonas rurales. Algo que el libre juego del Mercado (que es lo que quieren decir cuando se habla de "no perder oportunidades") es incapaz de lograr por sí mismo.

El gobierno kirchnerista seguramente ha cometido muchos errores en este sentido. Lamentablemente, cualquiera de las alternativas opositoras con reales posibilidades de llegar al gobierno se han embarcado demagógicamente en estimular el sistema rentístico de la producción primaria (campos que se alquilan a capitales de inversión que sólo se interesan por sacar el rendimiento máximo).

Esta irresponsabilidad política de la Oposición mantiene paralizada la evolución del sistema político argentino en un brete de hierro: o la intervención estatal cesarista de baja intensidad institucional o la fantasía demagógica del imposible Mercado libre. Lo increíble es que quienes se presentan como a la izquierda del Gobierno no utilizan su capacidad de presión legislativa para mejorar la calidad de la intervención estatal en el Mercado sino que terminan votando junto a las fuerzas liberales para debilitar al Estado en lugar de fortalecerlo.
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Hay homenajes y homenajes, ya sé. Pero, bueno, esto es lo que mal o bien, sé hacer y aquí va.
De onda, para que lo difundan todos los amigos y compañeros que crean que pueda ayudar en algo.
Aunque no hubiera tenido la oportunidad de conocer su disposición llana y hospitalaria para compartir su tiempo con la banda de blogueros a los que nos recibió en Rosario, me bastaría con saber la catadura moral de los fascinerosos que lo atacan para desearle lo mejor para el 28.
¡¡Fuerza Agustín!!

Ilustración para un artículo bastante sensato que se ocupa de la histeria estimulada por los medios (con una ayudita de la OMS) sobre el brote de gripe por virus A H1N1 (mal llamada "gripe porcina"). La desproporción entre los alcances de este brote y su repercusión mediática resalta cuando contrastamos las cifras de víctimas presuntas o confirmadas de esta supuesta "pandemia" con los millones enviados al abismo por la crisis capitalista financiera.
El contraste se hace más brutal aún si damos una mirada retrospectiva a la performance histórica del siniestro virus. Un dato interesante al final de la entrada en la Wikipedia es que hace pocos años el bicho no estaba a mano de los científicos; así que con mucho esfuerzo y dedicación ¡lograron recrearlo! Justo a tiempo, como si hubieran sabido que estaba por volver...¿o será que volvió porque ellos lo trajeron?

No, me niego a las teorías conspirativas. Sobre todo, en cuanto al papel de los medios (que me parece más importante que la efectividad del virus). Mi postura es que no es necesario imaginar una decisión consciente de los medios para explicar su morbosa tendencia a difundir noticias aterrorizantes.
Si en 1918-19 -cuando la entonces llamada "Gripe Española" se volteó de 50 a 100 millones de sujetos- no provocó un caos mundial, fue porque la sociedad burguesa se sentía lo suficientemente fuerte, todavía, como para ejercer el control social por la fuerza. Los desafíos revolucionarios eran marginales y circunscriptos. Rusia se debatía en la Guerra Civil, el asesinato de los Espartaquistas alemanes o la Semana Trágica argentina fueron más exhibiciones de represión impiadosa que de real peligro revolucionario.
Veinte años después, en 1938, bastó un programita radial del pícaro Orson Welles (La Guerra de los Mundos) para provocar corridas y suicidios. ¿Qué había cambiado en ese lapso?. Pues, que hacía nueve años que el Capitalismo se debatía sin poder salir de la recesión iniciada con el Crack del '29, mientras que las dictaduras estatistas de Hitler y Stalin crecían a marchas forzadas. En ese ambiente de incertidumbre sobre el futuro, el público y el periodismo (tanto los propietarios de medios como sus escribas asalariados) tendían naturalmente a magnificar cualquier dato que reforzara su estado de ansiedad crónica.

Volviendo a nuestra circunstancia actual deberíamos distinguir dos grandes períodos.
Primero, el de la Guerra Fría, en el que el mundo de la posguerra experimenta un largo período de expansión industrialista con grandes masas de trabajadores incorporados al consumo masivo (la Demanda) gracias a salarios crecientes y servicios prestados por los Estados benefactores. En este período la literatura terrorista tiene una moderada "temperatura" media constante en el género de la Ciencia Ficción, los platos voladores y la posible Guerra Nuclear, siempre pendiente y siempre postergada. Con esto bastaba para asegurarse el control social. Este período llega hasta mediados de los '70.
El segundo período se inicia por causa de una de esas antipáticas "leyes intrínsecas" del Capitalismo con las que fastidian esos fracasados resentidos lectores de Karl Marx: la llamada "tendencia a la tasa decreciente de ganancia". Si los salarios crecían para que los trabajadores pudieran consumir, la tasa de ganancia por unidad era menor y los empresarios tenían que vender más unidades para compensar. Se buscan salidas, entonces, para recomponer la tasa de ganancia, mejorando las condiciones de la Oferta, a lo Milton Friedman. Disminución de impuestos al Capital, achicamiento del Estado, reducción de puestos asalariados, expansión del crédito y liberación de flujos financieros. El nuevo esquema dio sus pasos iniciales, ya con Nixon, con el abandono del Patrón Oro como respaldo del Dólar y la cotización en la Bolsa de bienes intangibles, como los propios servicios financieros. Se afianza definitivamente en la era de Reagan y Thatcher, gracias a la Revolución digital, las comunicaciones y la robótica, que sitúan a los asalariados en una posición de debilidad frente a la velocidad con la que los capitales pueden trasladarse de una punta a otra del globo. Un elemento secundario de este esquema fue que las ganancias futuras supuestas de las inversiones se alejaban cada vez más de la posibilidad de realizarse en la economía "real". Por eso se pasa por sucesivas burbujas especulativas en distintos sectores hasta culminar en la debacle actual. Es el período en el que lo único constante es la incertidumbre.

Mi hipótesis es que paralelamente al crecimiento de la incertidumbre económica -y sobre todo desde el fin de la Guerra Fría- se multiplican los motivos de noticias aterrorizantes. Algunos serios, como el Sida, otros fantasiosos, como el Choque de Civilizaciones, un asteroide cataclísmico, una erupción gigantesca, tsunamis y una pandemia nueva por año. Sin olvidar, claro, la dosis semanal de una nueva fobia catalogada de la que podemos ser portadores sin saberlo. Cuanto más se expande el terror (ayudado por el testimonio autorizado de asalariados científicos encantados de aumentar la importancia de su especialidad) más es mantenida la población en un estado infantil de dependencia estupefacta. Los periodistas están inmersos en ese ambiente y sujetos a la misma fascinación morbosa que sus lectores. Por eso el terror es y seguirá siendo por un buen tiempo, el plato nuestro de cada día.

La ilustración estuvo inspirada en esta fotocomposición.