Fin de año y último post. Tantas cosas pasaron que no viene mal recordar algo que marcó la historia reciente y -entre otras cosas más importantes- me llevó a bloguear.
Aunque hacía un tiempo que venía cruzándome en Internet con "páginas" de dibujantes que tenían este particular formato de blog, todavía no tenía claro qué podría yo tener que decir en un "diario íntimo público". Fue el desastre de República Cromañón el que me hizo pensar en una especie de crónica o "diario digital" de lo que encontraba a diario en el barrio del Once. Empecé a tomar fotos y algunas se transformaron en dibujos. No duró mucho el impulso y al poco tiempo empecé con Gloria Mundi. Pero ahí está El Once-Diario del país Cromagnon, esperando ser retomado.
Entretanto, reproduzco la nota que hice para el diario Río Negro al día siguiente del desastre. Tiene las virtudes y defectos de lo escrito en caliente, cuando no sospechaba las derivaciones que tendría. Es una buena forma de evaluar dónde estamos parados y de donde venimos.
Gracias a todos los que pasaron por acá y -sobre todo- a los que dejaron su palabra de opinión o aliento.
¡Hasta el año que viene!

Martes 4 de enero de 2005
   Opinion
Todos somos cromagnones

Por Roberto Bobrow

La tragedia del barrio porteño de Once, con sus casi 200 muertos, será por mucho tiempo fuente de material periodístico, imputaciones y polémicas. Para quien esto escribe, en cambio, fue y seguirá siendo una parte constitutiva de su existencia cotidiana, ya que desde hace muchos años vive y trabaja a 300 metros del lugar. El lugar donde la Argentina del siglo XXI tuvo que enfrentarse de golpe con la imagen de su peor rostro.

Los espíritus angélicos podrán apartar sus ojos de esta imagen terrible elevando su mirada hacia los designios inescrutables del Cielo o la Fatalidad. Los espíritus jurídico-policiales se concentrarán, seguramente, en los responsables directos e indirectos del caos desencadenado: los que encendieron las bengalas, el empresario imprevisor, tal vez los inspectores municipales ineficientes. En cualquiera de estos casos se estará actuando al modo de quien poda las ramas más molestas de un vegetal proliferante sin erradicar el complejo rizomático que las alimenta.

Pero para quien recorre cada día este paisaje abigarrado y se arriesga por sus calles cada noche, el desastre humano del local República de Cromagnon no tiene otro efecto que el de la condensación anunciada de una amenaza permanente. La amenaza de una sociedad que año tras año se ha visto empujada hacia formas de supervivencia cada vez más primitivas y pre-ciudadanas; bordeando, a menudo, el lado de afuera de la ley.

El centro de gravedad económica de Once es, como se sabe, la concentración de mayoristas de indumentaria, juguetería y baratijas. Allí se asentaron y prosperaron hace casi un siglo unos pocos judíos refugiados de la miseria y las discriminaciones del Viejo Mundo. Con los años se fueron sumando a ellos otros migrantes de todos los rincones del mundo: asiáticos, africanos y ucranianos se dan cita allí con los americanos de las fronteras externas e internas del país donde la esperanza es lo último que se pierde.

Numerosos medios de transporte vuelcan diariamente en las costas de Once oleadas de vidas aferradas también a una esperanza mínima que toma la forma de un puesto de venta ambulante, una changa o una pila de cartones. Y muchas de ellas eligen quedarse por las noches para evitar los costos repetidos del viaje. Especialmente en los alrededores de la terminal ferroviaria se multiplican los "hoteles" y pensiones donde se establecen los más afortunados. Los otros se acurrucan en el hall de la estación, en los huecos de algunos comercios y galerías o vivaquean protegiendo el rectángulo de vereda conseguido.

El deterioro del paisaje urbano aquí, como en otros barrios y otras ciudades, comenzó a hacerse notar con el avance de la República Especulativa en los años '90. La nota de alerta la dio el caso de la "escuela shopping", cuando el Estado cedió parte de un espacio educativo para librarse de un pleito. Pero al valor simbólico de este caso se agregaron tantos otros: la explotación privada de locales comerciales en la estación, la desaparición del viejo mercado y sus feriantes, el reemplazo de los bares con café y dominó por cadenas de comida chatarra y, finalmente, la permanente ocupación de las veredas y la plaza por una miríada de vendedores ambulantes, predicadores evangélicos, prostitutas y arrebatadores.

El viejo Ferrocarril Sarmiento, privatizado y abandonado a la decadencia, es el conducto principal por donde confluyen desde todo el oeste del Gran Buenos Aires las víctimas de la desindustrialización del país en procura de un rebusque. Entre ellos son numerosos los hijos de aquellos que perdieron sus trabajos ya hace 15 ó 20 años. Huérfanos de contención familiar, de perspectiva laboral y de escolaridad, no es sorprendente que sean fácilmente convocados por varios locales bailables estratégicamente ubicados en la zona.

Un dato significativo sorprendió a los primeros cronistas que acudieron al sitio del desastre: varios niños se encontraban en una "guardería" improvisada en el baño de mujeres, llevados por sus padres. ¿De qué se sorprendieron? Los padres que los llevaron hasta allí no eran ellos mismos más que niños arrojados precozmente a una adultez para la que no fueron preparados. Niños que crecieron mientras el Estado se desprendía alegremente de los deberes propios de la civilización.

La gestión de la economía y la seguridad social fue confiada a los guardianes del dogma neoliberal mientras se aplacaban las débiles quejas de los guardianes de la moral tradicional, impidiendo que la educación sexual y la planificación familiar contaminasen las inocentes almas de los hijos del desamparo. Una generación fue así privada de formarse como ciudadanos de la República con capacidad de ejercer libremente sus derechos y elegir su futuro. Privada, incluso, de la noción de que la propia vida tiene algún valor que resguardar.

Habrá que admitir, pues, que el talento para la metáfora de un empresario astuto supo sintetizar en pocas palabras el resultado de años de retroceso: desde la otrora orgullosa República Argentina hasta esta precaria y cruel "República de Cromagnon".


Éste fue el tema que me encargaron para el suplemento Debates de esta semana. Por suerte, todavía estaba fresco ese episodio risueño de su reciente "conferencia" en Harvard. Como para confiar después en los rankings que ubican a las mejores universidades del mundo. Acá, por lo menos, invitan a Zizek. En fin.
Así que teníamos el banderín, la toga y el birrete. Ahora, la cuestión era incluir algún elemento que indicara mi opinión personal sobre el verdadero contenido de ese supuesto "pensamiento". Ya lo tengo, ahí está. A la izquierda de su pantalla, señora.

Cuando el miércoles me telefoneó el jefe para ilustrar la nota que iba a salir el viernes, sólo me encargó este gesto del Jefe de Gabinete; así que la inclusión del Jefe de Gobierno corrió por mi cuenta. Como yo supuse, la distribución de responsabilidades quedó un poco desequilibrada. Luego, alguien parece haber cruzado las fotos y el dibujo salió con esta otra nota. Es curioso ver cómo se puede correr por izquierda al gobierno, mostrándose sensible con las tareas no resueltas por el Estado, sin hacerse cargo de las décadas de demolición que precedieron a este período. Y, sobre todo, las perspectivas que ofrece su eventual reemplazo por la Oposición Realmente existente (no la ideal y perfecta imaginada desde la comodidad de un escritorio). 
Seguramente, este episodió mostró lo mucho que fue desatendido (en gran parte por propia elección de la mayoría de los votantes porteños). Es evidente que el Estado sufre de un déficit de conexión con las emergencias sociales y un exceso de dependencia de los condicionantes externos (la acumulación de reservas como lastre ante la extrema volatilidad financiera). Pero lo que está ocurriendo en Europa nos muestra que no se trata un "privilegio" local. ¿No se suponía que habían encontrado la fórmula de la prosperidad definitiva?
A pocos días de asumir como primera mujer elegida presidenta de Brasil, Dilma Roussef convoca memorias del pasado e interrogantes sobre el futuro. Esta nota reúne las opiniones de varios analistas. La continuidad de la vía abierta por Lula y lo que puede o debería cambiar.

Dos apuntes que me llamaron la atención: Ricardo Leis dice que Lula gobernaba y negociaba por sí mismo, transversalmente. Con Dilma, el Partido de los Trabajadores espera recuperar el centro de la escena y hacer menos concesiones a los aliados (de derecha, se supone).
En nota aparte, Emir Sader advierte que en la estructura económica de Brasil todavía es hegemónico el sector financiero y especulativo a favor de las tasas más altas del mundo, pese al estímulo estatal al sector industrial. Una tarea que Lula deja inconclusa y Dilma debería encarar.
Para mantenerme de nuevo al ritmo de la actualidad, viene bien esta nota que me encargaron ilustrar. Se trata de una entrevista con un antiguo oficial de Inteligencia que cuenta algunos datos de color de su cosecha. Supongo que a los compañeros peronistas no les va a gustar lo que dice del Bebe Cooke (o, más bien, de su esposa). Dentro de lo fragmentario e inconexo de las anécdotas, resultan por lo menos más entretenidas que las pavadas remitidas desde La Embajada con las que quisieron escandalizarnos los referentes del Periodismo Independiente. De paso: hay que sentirse muy degradado ya, como para que no les importe enmierdarse tan baratamente, ¿no?
Para variar el tono, en el blog de Lucas hay bastante material para masticar que complementa y amplía la magnífica síntesis del hueso del asunto que hizo en 6,7,8.
En una nota bastante resignada, Oppenheimer reconoce que las cosas van muy bien entre los presidentes de Colombia y Venezuela.  ¿Y por qué no antes? El autor no lo dice, pero parecería que el conflictivo no era el "dictador" Chávez sino, más bien, el "democrático" Uribe, después de todo. 
Por otra parte, ahora resulta que los colombianos se cansaron de que tanta "relación carnal" con EE.UU. tuviese escasa retribución económica concreta y empezaron a ver con buenos ojos al comprador bolivariano.

Otra cosa que el bueno de Andrés no cuenta pero desde acá nos preguntamos: ¿no habrá tenido nada que ver la gestión exitosa de Néstor Kirchner al frente de UNASUR cuando -ayer nomás- estos dos mismos presidentes estuvieron a punto de lanzarse a la guerra por quién se acuerda qué motivo?