
Esta ilustración me fue encargada uno o dos días antes de su muerte, cuando la despedida ya era, de todos modos, un hecho. Decidí combinarla con una ilustración anterior, la de sus encendidos discursos de la campaña hacia la presidencia. La nota con la que salió publicada no es una evaluación de su gobierno sino de las características de su liderazgo, en el cual se combinaban la seducción personal con la exaltación de la tribuna. En el despliegue de su discurso podemos distinguir varios momentos:
1) La refundación de la República democrática como una causa que impregnaba a la política de religiosidad laica.
2) La constitución de un universo participativo mediante la exclusión de las "minorías armadas" (la "teoría de los dos demonios" que el artículo no menciona).
3) La tentación hegemonista (el "tercer movimiento histórico") contenida en el discurso de Parque Norte, cuando llamó a construir una "nueva voluntad colectiva democrática", con el Radicalismo como eje, donde más notoria se hizo su cercanía con los "gramscianos" del Club de Cultura Socialista.
La estatura política de Alfonsín -con sus luces y sombras- quedó resaltada tanto por los panegíricos hipócritas de quienes antes lo arrinconaron hacia el final precipitado de su gobierno (la corporación liberal agro-financiera) como por algunos mezquinos que le reprochan no haber llevado hasta el final lo que ellos ni tuvieron intención de comenzar (los juicios al terrorismo de Estado). En este sentido corresponde destacar la ecuanimidad expuesta por
Artemio López quien -sin decirlo- posiblemente represente el pensamiento del Gobierno kirchnerista. A éste debe reconocércele la sobriedad con que supo homenajear al viejo adversario a tiempo en vida y no instrumentarlo una vez muerto.
8.4.09 |
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