Psicoanalista, novelista, motociclista y también ensayista, ¿por qué no?, Federico Andahazi parece ser uno de los típicos personajes emergentes del "giro cultural" cristalizado en los '90.
Lejos del intelectual existencialista o comprometido de los '60 y '70 que buscaba torturadamente un eje teórico totalizador desde el cual articular su producción intelectual, la figura del intelectual posmoderno se asume como una yuxtaposición de fragmentos teóricos, una caja de herramientas sin articular entre sí a las que se recurre ocasionalmente para sacar una idea al mercado de productos culturales.
Desde este posicionamiento social, la construcción del propio personaje (incluyendo su vestimenta, propiedades, aficiones, etc.) tiene tanta importancia como su obra, o más. Por eso puede pasar de un género a otro, apropiarse de ideas ajenas (como hizo con "El secreto de los flamencos") o espigar arbitrariamente en la historia sin mayores inhibiciones.
En esta entrevista comenta su ensayo sobre la vida sexual de los grandes personajes argentinos del siglo XIX. Si la historiografía escolar convencional construyó próceres de bronce mediante la mutilación de la documentación testimonial sobre su intimidad (p.ej. de Olazábal sobre la vida extramatrimonial de san Martín) sería perfectamente legítimo revelar la operación de pacatería ideológica y subsanarla.
Pero Andahazi va más allá; no conforme con demostrar que los individuos que trascendieron por su actuación política padecían de todas las debilidades humanas de los simples mortales (a esta altura un género literario repetitivo), cree poder colocar la anécdota libidinal en el centro del impulso motriz de la historia. Así, resulta que la decantación de las Provincias Unidas por la república, en lugar de la monarquía, podría haber sido consecuencia directa del entusiasmo de Belgrano por una francesa que lo distrajo de la tarea de encontrar un candidato al posible trono del Estado en formación, para lo cual había llegado a Londres.
Lógicamente, Andahazi no afirma semejante "teoría" de la historia; no abandona el modo potencial; no pretende demostrar. El sólo muestra, especula, juega y escandaliza; no aspira al rigor ni a la Academia.
Si el público consumidor de productos culturales alterna el espectáculo televisivo del chismerío sobre la vida de las vedettes por los ensayos equivalentes sobre los personajes históricos (y él puede asegurarse el mantenimiento de su colección de motocicletas), su misión como intelectual posmoderno modélico habrá quedado bien cumplida.
Lejos del intelectual existencialista o comprometido de los '60 y '70 que buscaba torturadamente un eje teórico totalizador desde el cual articular su producción intelectual, la figura del intelectual posmoderno se asume como una yuxtaposición de fragmentos teóricos, una caja de herramientas sin articular entre sí a las que se recurre ocasionalmente para sacar una idea al mercado de productos culturales.
Desde este posicionamiento social, la construcción del propio personaje (incluyendo su vestimenta, propiedades, aficiones, etc.) tiene tanta importancia como su obra, o más. Por eso puede pasar de un género a otro, apropiarse de ideas ajenas (como hizo con "El secreto de los flamencos") o espigar arbitrariamente en la historia sin mayores inhibiciones.
En esta entrevista comenta su ensayo sobre la vida sexual de los grandes personajes argentinos del siglo XIX. Si la historiografía escolar convencional construyó próceres de bronce mediante la mutilación de la documentación testimonial sobre su intimidad (p.ej. de Olazábal sobre la vida extramatrimonial de san Martín) sería perfectamente legítimo revelar la operación de pacatería ideológica y subsanarla.
Pero Andahazi va más allá; no conforme con demostrar que los individuos que trascendieron por su actuación política padecían de todas las debilidades humanas de los simples mortales (a esta altura un género literario repetitivo), cree poder colocar la anécdota libidinal en el centro del impulso motriz de la historia. Así, resulta que la decantación de las Provincias Unidas por la república, en lugar de la monarquía, podría haber sido consecuencia directa del entusiasmo de Belgrano por una francesa que lo distrajo de la tarea de encontrar un candidato al posible trono del Estado en formación, para lo cual había llegado a Londres.
Lógicamente, Andahazi no afirma semejante "teoría" de la historia; no abandona el modo potencial; no pretende demostrar. El sólo muestra, especula, juega y escandaliza; no aspira al rigor ni a la Academia.
Si el público consumidor de productos culturales alterna el espectáculo televisivo del chismerío sobre la vida de las vedettes por los ensayos equivalentes sobre los personajes históricos (y él puede asegurarse el mantenimiento de su colección de motocicletas), su misión como intelectual posmoderno modélico habrá quedado bien cumplida.
2.5.09 |
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comentarios
Comments (2)
Impecable, el texto es tan certero y equilibrado que no le dí bola al dibujo.
Uno de los rasgos mas desconcertantes de esta camada es que ni siquiera son leales a su propia postura: Que no te extrañe en los próximos años verlo a Andahazi, Pauls o Aira (salvando las diferencias entre ellos), asumir con fervor una postura políticamente comprometida, para desecharla mas tarde por un redescubriento de la religión, y así...
Hay un muy buen ensayo de Guillermo Matínez al respecto: "Un juego de esgrima". Saludos.
Entonces voy a tener que escribir mal para que le des bola al dibujo, je.
Es la impresión que me dió desde el primer escándalo. Pero ir más allá y meterme con las capillas literarias me supera. Un abrazo y gracias por venir.